Credopedia
Conversión
La conversión en el cristianismo significa la iniciación personal con Dios. Una interpretación actualizada basada en la Biblia y el Catecismo.
¿Qué es eso?
La conversión en el cristianismo se refiere al inicio de la relación personal con Dios - la decisión voluntaria de creer en Cristo Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre -, así como creer en todo lo que Él nos ha revelado. La conversión nos conduce al bautismo o podríamos decir que también nos lleva de vuelta a él. A la persona convertida la gracia de Dios le permite estar en comunión con Dios y vivir una vida que no termina. YC 196 dice: “Quien se vuelve al cristianismo cambia no solo su concepción del mundo. Entra en un camino de aprendizaje en el que llega a ser, mediante la conversión personal, pero sobre todo por el don del Bautismo, un hombre nuevo. Ahora es un miembro vivo del Cuerpo de Cristo.”
¿Qué dice la Biblia?
La preocupación central de Jesús es que las personas regresen a Dios: “Convertíos y creed en el evangelio.” (Mc 1,15).
- Epistrepho = volver, regresar. Vemos un ejemplo de esto cuando anuncian que Juan “convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios” (Lc 1,16). O cuando Pedro se dirige a ciertos cristianos diciéndoles que “eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al que es su pastor y guardián” (1 Pedro 2,25), es decir que han vuelto a Jesús, el Señor.
- Mucho más importante es la palabra metanoia = conversión, arrepentimiento, penitencia. La palabra esta compuesta por dos partes: noein = pensar, y meta = más allá de, después de. Se refiere a una nueva manera de pensamiento, a replantearse. Jesús usó esta palabra 21 veces, por ejemplo, en Mc 1,15: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio.” Con este arrepentimiento, Jesús quiere eliminar el desorden fundamental que separa a las personas de Dios y sanarlo desde su raíz. Sin arrepentimiento no es posible: “y dijo: en verdad os digo si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3).
La pequeña catequesis YOUCAT.
De esta manera habrá una gran fiesta en el cielo…
A la pregunta “¿Cómo exactamente me convierto en cristiano?”, alguien podría responder ahora: “que pregunta sin sentido ¡Esto ocurre de forma automática!”. A nadie se le hubiese ocurrido responder así en la iglesia primitiva. La respuesta estándar hubiese sido: “¡Tienes que convertirte!”. Hay muchas referencias sobre lo que eso significó durante los primeros cien años. Se ha dicho, por ejemplo, que la persona que desee convertirse debe alejarse de “vuestra vana manera de vivir, herencia de vuestros ancestros” (1 Pedro 1,18); debe “renunciar a su conducta anterior y al hombre viejo corrompido por seductores apetitos” (Ef 4,22). No se puede ser cristiano si uno continúa siendo “lujurioso, avaro, idólatra, ultrajador, borracho o ladrón” (1 Cor 5,11). Ser cristiano es buscar una profunda e íntima comunión con el Dios vivo -y lo que nos lo impide es el pecado-. El YOUCAT 231 nos dice: “los requisitos para el perdón de los pecados son la persona que se convierte...”.
Yo creo que los primeros cristianos estaban en lo correcto: ser cristiano no es un automatismo en el cual uno cae accidentalmente. Ser cristiano es un cambio fundamental de la vida que culmina en el bautismo, pero que es querido desde lo más profundo del alma humana. Si fuese un trueque, sería un negocio donde uno da todo para recibirlo todo. Ser cristiano no se trata de algo adicional que uno le agrega a la vida para darle más sabor y decorarla con un poco de incienso o sentido. En realidad, se trata de un salto a una nueva realidad en la cual tendremos “vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).
No hay trucos
Por otro lado, también podríamos llegar a decir que no hay necesidad de que nos convirtamos. San Juan María Vianney (El Santo Cura de Ars) decía: “Si solo pidieses al Señor la conversión, te sería dada.” Tiene que darse primero este momento decisivo en la vida. Luego de ello, lo que la conversión significa y su vivencia se queda con nosotros, y así iremos en conversión tras conversión tras conversión. Esto puede desalentar a alguno, pero a su vez lo podemos ver de otra manera: La belleza de la fe cristiana es que todos somos principiantes; o más bien, somos personas débiles con quienes Dios quiere hacer algo. Incluso los santos son principiantes y no expertos que lo tienen todo resuelto. Los santos, por cierto, son personas normales que intentaron vivir según la voluntad de Dios hasta que su fama de santidad es oficialmente reconocida por la Iglesia luego de su muerte. Cuando Teresa de Ávila, la más grande mística de la Iglesia, murió en Alma de Torres en 1582, ella se consideraba a sí misma como las más pecadora del mundo. Ciertamente ya que como ella había percibido tanta luz, experimentada en una profunda unión a Dios, cuando volvía a la condición de vida humana normal esta le pesaba el doble. Así que es todo menos piadosas palabras vacías cuando el Papa va regularmente a confesarse. Para cada cristiano, cada día empieza desde cero. No existen profesionales que empiecen desde un séptimo nivel. Y los que piensas que ya lo tienen todo bajo control y están finalmente en el nivel 7 se deben dar cuenta que rápidamente retroceden nuevamente al cero y empiezan nuevamente. No hay trucos. Ser cristiano no es ningún truco.
¿He perdido el tren? ¿Cierto?
Algunas personas al pensar sobre ellos mismos y sus historias de vida se dicen a sí mismos: es muy tarde para mí “¡Perdí el tren!”. Piensan que llevan mucho peso sobre ellos, una vida muy vivida para subirse al tren. También, ellos tienen su orgullo. No quieren, como Heinrich Heine lo dice, “arrastrarse hacia la cruz”. Entonces dices: no hay manera de que pueda subirme a este tren si no hay consecuencias. No es necesario que recibas un ticket especial para hacerlo ni que se te tome una prueba física previamente. Cualquiera puede subirse a bordo, incluso si son o se sienten un desastre, tienen muchas deudas, les cuesta manejar su mundo emocional, tienen relaciones inestables o más preguntas que respuestas. Puedes incluso abordar sin importar si ya te has divorciado por la tercera, cuarta o quinta vez, eres adicto al alcohol, drogas o el internet (o todo al mismo tiempo), tal vez eras creyente antes y has perdido tu fe en los demás. No tiene importancia. Ser cristiano no requiere que tengamos una vida perfecta. Si pensamos vivir de acuerdo al lema: primero, pondré mi vida en orden, luego me acercaré a Dios; entonces no podríamos haber llegado a ser cristianos. ¿Quién ya tiene la vida perfecta? Es el aquí y ahora el que cuenta –este preciso momento, no importa lo que haya ocurrido antes-. Erik Peterson comentaba que Jesús estaba siempre rodeado de personas con enfermedades y limitaciones, era como si Él mismo los atraía. Tener defectos y limitaciones, por así decirlo, era la ‘tarjeta de acceso’ a Jesús. Él no podía hacer mucho con las personas que no tenían ningún tipo de dificultad o limitación. El que no tiene oscuridad no tiene necesidad de luz. El sentirse anhelante, necesitado es lo que importa. YOUCAT 408 nos dice: “Dios nos ama en cada momento, en cada circunstancia poco clara, también en cada situación de pecado. Dios nos ayuda a buscar la verdad completa del amor y a encontrar el camino para vivirla de forma cada vez más clara y decidida.” El Evangelio de Lucas nos dice que “habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión” (Lc 15,7). Me gusta pensar en ello en términos concretos. Si ahora tomas un pequeño paso hacia Dios entonces… ¡Habrá una gran fiesta en el cielo!
¿Qué beneficios conlleva?
Lo creas o no, para poder convencer a los escépticos antes de que mueran, una vez yo tuve que mostrarles una lista que hice con todos los beneficios tangibles y terrenos que experimenté años atrás. Todavía leo la lista y me parece vigente y acertada. Aquí está:
- Recibes una profunda alegría interior.
- Empiezas y terminas el día diferente.
- Puedes ver al pasado sin amargura.
- Eres necesitado.
- Te sientes seguro en Dios.
- Tienes una visión clara de las cosas y ganas fortaleza interior.
- Puedes reconciliarte con tu pasado.
- Te vuelve agradecido.
- Ves hacia el futuro sin miedo.
- La celebración se vuele parte de la vida.
- Encuentras paz en tu alma.
- Tienes un motivo para mejorar y luchar.
- Te haces inmune a la desesperanza.
- Te conviertes en un apoyo para los que te rodean.
- Puedes ver hacia arriba y saber que hay alguien más grande que te ama.
- Ves oportunidades y te sientes guiado por Dios.
- Descubres tu dignidad y te liberas del desprecio hacia ti mismo.
- Haces amigos confiables.
- Sabes qué hacer cuando te encuentras expuesto a las adicciones y dependencias.
- Piensas mejor.
- Descubres tradiciones que son buenas para tu alma.
- Te sientes más libre.
- Ves el mundo con nuevos ojos y te alegras con la creación.
- Experimentas bendiciones y protección.
- Te haces más amable y cariñoso.
- Tu miedo de la vida y el futuro disminuyen.
- Recibes fortaleza para largos caminos y tareas difíciles.
- Procesas las heridas emocionales mejor y sobrellevas mejor los sufrimientos.
- Te haces parte de una red mundial – donde sea que vayas, habrá personas que te reciban como “uno de nosotros”.
- Experimentas unión y hospitalidad más allá del lenguaje y los límites nacionales.
- Aprendes a perder calmadamente.
- Aprendes a dejar ir.
- Tienes una idea de cómo será morir.
- Encuentras la valentía para tener una loca expectativa de la vida.
¿Cuál es la trampa?
Los beneficios son espectaculares. Y ahora… ¿la trampa? ¿Cuál es el precio que debo pagar por ello? ¿Tienes que dejar tu mente en la puerta y caminar por el mundo a ciegas? ¿Tienes que someterte hasta el límite? ¿Tienes que decir “sí” y “amén” a todo? ¿Deslizarte hacia un ciego irracionalismo? ¿Tendrás que creer que el cielo es el límite? ¿Terminaremos en una zona libre de diversión, en una jungla de reglas y regulaciones? ¿Todo lo que consideramos divertido nos será arrebatado? ¿Encontrarás a las personas equivocadas con la música equivocada? ¿Será terriblemente agotador? Bueno, no. No hay una trampa, a menos que esperes un paraíso sin problemas y con personas perfectas. O si piensas que lo único que tienes que haces es cambiar tu perspectiva y ver todo color rosa. Millones de personas se sentaron frente a sus pantallas en abril de 2005 cuando el Papa Benedicto XVI fue inducido a su oficio. En aquel tiempo, el hombre de 78 años explícitamente se dirigió a los jóvenes. Por su larga vida y experiencia dijo, “¡No tengan miedo a Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se entrega a Él recibirá todo de vuelta y cien veces más.” No quita nada y lo da todo. El Papa Benedicto invitó a los jóvenes a la fe cristiana; y expuso buenos argumentos para ello: “no somos un accidente o un producto sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es fruto del pensamiento de Dios. Todos somos queridos, amados y necesarios. No hay nada más hermoso que ser encontrado por el Evangelio, por Cristo. No hay nada más bello que conocerlo y regalar nuestra amistad con Él a los demás.” Estoy fascinado con esto. Sin embargo, me gustaría decir: si tu crees y quieres poner nuevas bases a tu vida, no lo hagas para ganar beneficios o únicamente por los efectos positivos. No lo hagas por tu balance emocional, no porque así podrás manejar mejor tus miedos o ganarás mayor estabilidad emocional. Especialmente, no lo hagas porque estás haciéndole un favor a tu enamorado, enamorada o mamá.
Hazlo por tu encuentro con Dios.
Esa es la razón más importante y única para tomar el “nuevo camino” y cambiar de dirección. ∎
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