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Caridad

Entre los muchos tipos de amor, la caridad activa (latín: caritas) ocupa un lugar especial. Una interpretación basada en la Biblia y el Catecismo.

minutos de lectura | Bernhard Meuser

¿Qué es eso?

Entre las muchas clases de amor, la caridad (en latín: caritas) ocupa un lugar especial. Ver y servir a los demás en sus necesidades, deseos y anhelos es un camino seguro hacia Dios, de quien procede todo amor. Es Dios, por medio de Jesucristo, quien hizo posible para que compartiéramos su cuidado incondicional y divino para nuestro prójimo. Para la Iglesia, la caridad-dijo el Papa Benedicto en Deus Caritas est- no es una actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.

¿Qué dice la Biblia?

El mandamiento de amar al prójimo es antiguo en la Escritura; aparece ya en Lev 19,18 ("Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.") y se concreta allí en muchas disposiciones individuales. Cuando a Jesús le preguntan acerca de este mandamiento, él retoma la enseñanza y la refuerza: "Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que les había respondido, le preguntó: —¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús respondió: —El primero es: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos". (Marcos 12, 28-31) La radicalización de Jesús es particularmente palpable en al menos dos lugares; uno en el Sermón de la Montaña, donde dice: "Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persigan, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores". (Mt 5, 43-45) La segunda gran enseñanza de Jesús sobre la caridad es la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37); aquí fracasan los que han sido llamados a amar, pero el samaritano forastero, de entre todas las personas, resulta ser el verdadero amante que agrada a Dios. Las facetas del amor se despliegan profusamente en 1 Cor 13 ("paciente, ... servicial, ... no toma en cuenta el mal", etc.). En general, "el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve". (1 Juan 4,20)

La pequeña catequesis YOUCAT.

Los órdenes del amor

La caridad no tiene una gran reputación. Una mujer que conozco bien suele visitar a una señora en cama dentro de una residencia de ancianos una vez a la semana. Lo hace por auténtica caridad y no por conveniencia, por ejemplo, para robarle la herencia. Es algo bueno, porque la anciana sólo se tiene a sí misma; depende de la ayuda de otros, no puede ni siquiera levantarse de la cama. No tiene hijos. Sus amigos y familiares se han alejado de ella o ya están muertos. Ahora esta anciana se pone feliz como una niña cuando llega a visitarla. Y mi amiga se alegra cuando escucha ciertas cosas: "¡Mira, esa rosa de ahí, me la trajiste hace exactamente un año!" - "¡Ya no es tan bonita!" – “Pero sigue siendo hermosa, ¡porque tú me la regalaste!”...

"¿Visitar una residencia de ancianos?", le dicen de vez en cuando a mi amiga, "¡Eso no es para mí! Ya sólo el olor me pone mal". - Como si se dedicara a un pasatiempo especialmente exótico. Sin embargo, la caridad es lo más grande. El filósofo y matemático francés Blaise Pascal (1623-1662) refuta así todas las objeciones imaginables.

¿Qué es lo que buscas?

Pascal habla de tres órdenes en el mundo: El orden más bajo es el material; con todo, el hombre puede caer fácilmente en una fascinación ciega por él: puede desperdiciar horas y días, incluso su vida, en colecciones de sellos, interiores de apartamentos o aspectos culinarios refinados. Pero ¿quién diría que este mundo material es ya lo último o lo más grande que se puede encontrar en el mundo? Es, como dice Pascal, "infinitamente superado" por un segundo orden, el orden del espíritu. ¿No es más noble que los hombres se dediquen a grandes ideales?, ¿a darlo todo para que la libertad, la igualdad, la fraternidad, incluso el conocimiento, la perspicacia, la belleza y la verdad salgan a flote? ¿No es esto en verdad infinitamente superior al interés por las cosas materiales? Y, aún así, las realidades y conceptos más grandes y nobles del segundo nivel no son nada comparados con el tercer orden, el orden del amor.

Lo más grande es la caridad

Y aquí -en el orden del amor- el escritor francés François Mauriac llega a una constatación tan sorprendente como inmediatamente evidente, y que nadie había formulado antes de esta manera: "Todos los cuerpos juntos no superan la más pequeña agitación del espíritu. Todos los cuerpos y todas las mentes juntas no superan el más pequeño movimiento de amor". Hay que meditarlo lenta y cuidadosamente. Tal vez así: La lágrima que enjugas de la mejilla de un niño y el sudor que sacas de la frente de un moribundo, el tiempo que dedicas a una persona solitaria... todas estas aparentes nimiedades son infinitamente más grandes, más significativas, más cercanas a lo divino que los coches elegantes, las mansiones de diseñador y los yates de lujo, incluso que el pensamiento, la literatura, la filosofía. "Pero de ellas la más grande es la caridad" - de hecho, Pablo lo dice en 1 Cor 13, 13 (un pasaje que vale la pena recordar; merece ser memorizado). YOUCAT 402, además, dice: "Cuanto más ama el hombre tanto más se hace semejante a Dios".

Y así llegamos a la "caridad". En la vida, todo se puede dejar. No tengo que coleccionar sellos, no tengo que subirme a un escenario, no tengo que visitar países extranjeros, no tengo que escalar grandes picos. Todo eso es lindo tenerlo. Pero la exigencia de dar amor me reta imperiosamente. No es un ser humano quien no ayuda a levantarse a quien se ha caído. Un niño que, por amor, juega con un discapacitado mental de su edad hace más que uno que construye el mayor estadio de fútbol del mundo, incluso más que uno que ha escrito una novela brillante y ha entrado con ella en la literatura mundial. Porque el niño opera en el orden número 3. Y allí el menor es mayor que el mayor en los órdenes 1 y 2. YOUCAT 321 fundamenta desde las profundidades de Dios las razones por las que estamos desde la eternidad preparados para el orden 3: «Puesto que el hombre es 'imagen' de Dios, refleja en cierto modo a Dios, que no está solo en su profundidad, sino que es trino (y, con ello, vida, amor, diálogo e intercambio). Por último es el amor, el mandamiento central de todos los cristianos, por el cual en el fondo pertenecemos a un mismo grupo y somos referencia unos de otros de modo fundamental: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Mt 22,39)».

A los 62 años se fue con la gente de la basura

Para Sor Emmanuelle, una religiosa tan popular en Francia como Zinedine Zidane, la constatación del salto cualitativo que suponen las seis pequeñas palabras «el más pequeño movimiento de amor» se convirtió en el punto de inflexión decisivo en la vida. Ella, que tenía un doctorado y estaba loca por el conocimiento, decidió a los 62 años trasladarse a los vertederos de El Cairo -infestados de tifus- porque allí vegetaban millones de personas, donde se necesitaban esas mínimas muestras de amor como el aire puro, el pan y el agua fresca. Fue su conversión dentro de la conversión. Por fin encontró lo que Catalina de Siena ya había encontrado en la caridad: «El amor llora con el que llora, se alegra con el que se alegra, es más feliz por el bien ajeno que por el propio». Cuántas sociedades hay en las que la gente vive en las sombras de la ignorancia, porque viven subyugados, no están cubiertos por ninguna ayuda, y no hay leyes que los salven de lo peor. «Pero una sociedad no se perfecciona mediante leyes,», dice YOUCAT 329, sino mediante el amor al prójimo, que, “sin ninguna excepción debe considerarse al prójimo como ‘otro yo’.” (Gaudium et Spes, 27,1)»

No está permitido no amarse a sí mismo

Esto es el liberador olvido de uno mismo, una de las cosas más hermosas de la tierra. Pero hay una actitud que se presenta con el ropaje del "olvido de sí mismo", pero que es enfermiza. Me refiero a ese desinterés fatal que uno encuentra a menudo, especialmente entre las mujeres. Se desviven por todos -el marido, los hijos, la comunidad de la iglesia- pero no por ellas mismas. Hay personas a las que les resulta bastante más fácil “amar” al prójimo que aceptarse a sí mismas en su debilidad y su miseria; con un poco de amor y si es posible, misericordia. Un cristiano, una cristiana, debería saberlo: No está permitido no amarse a sí mismo. Es un pecado, una violación directa contra Dios, que está "enamorado" de mí con la mayor intensidad, como está "enamorado" de cualquier otro ser que haya creado.

Y esto también debe ser meditado profundamente: Soy digno de ser amado no porque sea tan grande -en verdad no lo soy- sino porque Dios tiene sus ojos puestos en mí, porque está loco por mí, porque me ama como si fuera el único ser entre el cielo y la tierra. Teresa de Ávila, la mística, testimonia: "Dios nos ama mucho más que nosotros mismos". Entonces, ¿cómo puedo despreciarme cuando Dios me ama infinitamente, aunque sea débil?

Y el dominico Meister Eckhart (1260-1328), también un pensador de gran talento místico, nos da el criterio del autoexamen: "Si te amas a ti mismo, amas a todos como a ti mismo. Mientras ames a una persona menos que a ti mismo, nunca te habrás amado de verdad".